La compra de una casa es una cuestión que una gran mayoría de las personas se plantea en algún momento de su vida, una decisión que requiere de cierta planificación, pues no se trata únicamente de calcular si se podrían pagar las cuotas de una hipoteca.

A la hora de solicitar un préstamo hipotecario existen tres modalidades diferentes: de interés fijo, variable o mixto.
El tipo de interés fijo no varía a lo largo de toda la vida del préstamo, con lo que el solicitante sabe exactamente qué cuota va a pagar siempre, independientemente de que los tipos de interés suban o bajen. A cambio, estos préstamos suelen ser de menor duración, y el tipo de interés, puede resultar inicialmente más alto que el de las hipotecas con tipo variable.
Por su parte, el tipo de interés variable está referenciado a un índice oficial (generalmente el euríbor) al que se le añade un diferencial. La ventaja de esta modalidad es que en el momento de contratación el tipo de interés suele ser inferior al de las hipotecas a tipo fijo y se suelen ofrecer la opción de plazos de amortización más largos, normalmente entre 20 y 30 años o incluso más.

Una vez realizados estos trámites, uno puede comenzar la aventura de comprarse una casa.
Los gastos
Además del precio base de la vivienda, el nuevo propietario debe asumir el pago del interés del préstamo (fijo, variable o mixto) y los gastos de tasación. Los relativos a registro, gestoría, notaría y el impuesto de Actos Jurídicos Documentados corren a cuenta del prestamista (entidad bancaria).
Fuente:20minutos
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